sábado, 28 de mayo de 2016

Canción de Hielo y Fuego: ¿La nueva fantasía?

Ponencia leída durante el X Encuentro de Literaturas, 
organizado por la Universidad Veracruzana el 23 de 
septiembre de 2011, en la ciudad de Xalapa, Veracruz.





XALAPA, Ver.- Tengo que confesar que rara vez me entero de obras literarias antes de su salto a la pantalla, sea grande o chica. Mi encuentro con Canción de Hielo y Fuego se debió a una de esas afortunadas coincidencias que llegan sin previo aviso. Como seguidor de la obra de Tolkien, permitiéndome incluir su nombre antes de que se convierta en algo obligado, admito que conocí su obra después de la gran saga cinematográfica de Peter Jackson. Película magnífica por sí misma, motivó lo suficiente mi curiosidad para leer no sólo la trilogía de The Lord of the Rings y la amplia serie de textos que conforman el universo Tolkiano, sino interesarme en el género fantástico de una manera más formal y crítica.

A más de 10 años de la exitosa trilogía de películas de El Señor de los Anillos, vi un anuncio en la televisión sobre una serie de fantasía épica muy prometedora titulada Juego de Tronos. De inmediato atrajo mi atención el ver como aparente protagonista de esa nueva serie a Sean Bean, uno de los actores del reparto escogido por Peter Jackson para su exitosa saga cinematográfica de 2001.

Cuando tuve oportunidad de ver la serie Juego de Tronos, desde el primer capítulo quedé prendado de la misma, pero lo que realmente me atrapó fue el imprevisto final de la primera temporada. Me sorprendió y defraudó muchísimo ver la cabeza de Sean Bean, a quien yo consideraba el protagonista, clavada en una pica en lo alto de una muralla.

Me gustaría comentarles que, ignorando que se trataba del final de temporada, esperé el siguiente capítulo en el cual revivieran al gran Lord Stark por medio de los recursos permitidos y hasta fomentados en el género, a saber: alguna magia o ritual, o que le naciera una nueva cabeza debido a la misteriosa sangre de algún dios huargo en sus venas, nada fuera de lo ordinario en el género.

Pero el esperado capítulo en el que la magia ocurriera nunca llegó y a falta de mayor entretenimiento, hurgando en los créditos finales encontré el esperanzador “basado en la novela de George R. R. Martin”, que me permitiría descubrir qué pasaría con ese personaje.

A primera vista, me pareció osado y hasta risible lo parecido de la firma de George R. R. Martin y John R. R. Tolkien, aunque lejos de estigmatizar y repudiar tal hecho, provocó que investigara de manera más profunda la obra del autor que, en lo personal, acababa de descubrir.


Fue por medio de esta investigación que me di cuenta de que Juego de Tronos era tan solo el primer libro de una saga mucho más extensa llamada Canción de Hielo y Fuego.

Ya estando en Internet en páginas de dudosa reputación me pregunté “¿y por qué echarme a perder la historia?” Así que decidí conseguir los libros y leerlos. Fue en ese momento que mi fascinación por el autor y las primeras ideas para este texto surgieron.

Cuando empecé a leer la primera novela, mis expectativas estaban más que claras: quería sumergirme en el mundo fantástico que siempre encuentro en la High Fantasy o Fantasía Épica, con el héroe muy bueno derrotando a través de muchos capítulos al villano muy malo y salvando al mundo. No obstante, Juego de Tronos me hizo cambiar de idea desde sus primeras páginas. Es importante decir que el concepto que tengo del género fantástico no surgió en mí de manera fortuita. En mis estudios respecto a este género me percaté de la importancia de seguir un modelo bien definido en todas las historias de fantasía. Dicho modelo no obedece a una fórmula mágica de éxito literario, sino a la formación y madurez de la Psiqué humana.

Joseph Campbell, en 1949, desglosó y desmenuzó las etapas del viaje del héroe, llamado también monomito, en su libro El Héroe de las Mil Caras, centrando la historia en el protagonista y con personajes secundarios cumpliendo roles específicos en la trama.

El autor justifica sus estudios no sólo en la narratología, como hicieron su predecesor Vladimir Propp en 1928 con su Morfología del Cuento y su sucesor Christopher Vogler en 2007 con El Viaje del Escritor, sino que los relaciona con estudios psicológicos dándole practicidad a nivel adulto a un género por mucho tiempo delegado a la categoría infantil.

Según Campbell, el monomito es una metáfora del paso de la juventud a la madurez reconocido en todas las culturas. Este proceso ha estado presente en los mitos, cuentos de hadas y en general cualquier historia fantástica desde tiempos remotos.

En la realidad, en nuestro paso hacia la madurez no tenemos que cortarle cabezas a la hidra, casarnos con la princesa de aliento de manzana o en casos extremos ser crucificados, pero tenemos la opción de vivir todas éstas y aún más experiencias a través de la literatura.

Tengo por costumbre, como uno de esos hábitos de lector, buscar las etapas del viaje del héroe cada vez que inicio la lectura de una novela fantástica. Sin embargo, en la saga Canción de Hielo y Fuego, resulta una labor titánica. Como ya comente anteriormente, el personaje que creía protagonista muere al final del primer libro, pero en esta obra es muy difícil ubicar un sólo protagonista en cualquiera de las novelas. El autor opta por una narración por capítulos, cada uno narrado desde el punto de vista de personajes diferentes, con lo cual nos impide enfocarnos en la historia de uno solo.

Martin le confiere tanto realismo a la trama que no duda en matar a sus personajes aun si se encuentran en el clímax de su historia. Este drástico recurso dramático que mantiene al lector en un estado de tensión permanente es sólo posible debido a la maestría con que va transformando personajes aparentemente de relleno en los pilares de su historia, de tal manera que cuando un personaje principal desaparece ya hay otros que continúan la línea argumental.

En el análisis, resulta casi imposible seguir el modelo del viaje del héroe y si se intenta no obtendríamos más que una serie de monomitos entrecortados. Esta particularidad en la narración me resultó en un principio algo chocante, pero inmediatamente me percaté de lo amena que se vuelve la lectura al no depender del destino de un solo personaje, eliminando de esta forma cualquier cosa que pudiera considerarse simple relleno en otras obras del género.

Esto representa un gran paso en el género fantástico ya que prácticamente, casi todos los autores de fantasía contemporáneos siguen el modelo clásico acunado a mediados del siglo pasado con la influencia de Campbell y popularizado por las obras de autores como Lewis y Tolkien.

Es éste último quien en su libro Sobre los Cuentos de Hadas de 1939, añade la posibilidad de inculcar en el lector valores y virtudes presentes en personajes heroicos y perfectos.

El universo de Canción de Hielo y Fuego, acaba también con esta propuesta al mostrarnos personajes tan complejos que es imposible distinguirlos como buenos o malos, acercándolos aún más al lector al mostrarlos completamente de carne y hueso, con motivaciones y acciones propiciadas por sentimientos humanos y no como parte de un sistema moralista.






Otro de los rasgos a mi parecer más vanguardista de las novelas de Martin es la imposibilidad de clasificarlas. A pesar de la gran variedad de subgéneros fantásticos surgidos a partir del boom de la literatura de fantasía en el siglo pasado, Canción de Hielo y Fuego no parece encajar en uno solo. En un inicio, parece ser que nos topamos con una obra del subgénero Low Fantasy, el cual se distingue por prescindir casi totalmente de elementos fantásticos en su trama; conforme avanza la saga, el ambiente se transforma gradualmente para entrar casi imperceptiblemente en la clasificación de High Fantasy o Fantasía Épica, con elementos fantásticos presentes y comunes en la historia, Por si fuera poco, la obra muestra elementos muy marcados de otros subgéneros como el Sword and Sorcery por su enfoque en el desarrollo interior de los personajes y el Sword and Sandals por su trasfondo histórico que, como el mismo autor admitió, está basado en la Guerra de las Dos Rosas.

Al mencionar estos subgéneros pretendo darles una pequeña muestra de la diversidad de elementos con los que trabaja George R. R. Martin tan sólo en cuestión de trama, y como esto provoca un conflicto con el sistema de clasificación concebido hasta ahora.

Quizás un elemento clave en esta particular forma de la novela y de la narración misma, es la preparación del autor en la elaboración de guiones para series de televisión y producciones hollywoodenses por casi veinte años. Esta experiencia resulta visible al comparar la serie televisiva con la novela: salvo algunos detalles menores, la adaptación se da de manera natural y sin crear conflicto en su trama, casi pareciera que la novela está hecha precisamente para tal adaptación. La temática en la saga también propone temas añejos pero siempre presentes, como la violencia, la crueldad, el incesto, la pedofilia, la política y la discriminación: todos ellos presentados de una forma cruda y sin censura. El colocar en este ambiente caótico, pero realista, a personajes tan bien construidos y de personalidades diferentes, produce en el lector un sentido de empatía tal, que es muy difícil no sentirse identificado con alguno.

No pretendo afirmar el surgimiento de una nueva clase de fantasía, simplemente comparto los elementos que hacen de esta obra algo que difiere de la doctrina tradicional del género fantástico e invito a la lectura y reflexión de la saga. La intención del autor es hacer de Canción de Hielo y Fuego una serie de 7 novelas, de las cuales los primeros cinco tomos ya han sido publicados, el quinto en este mismo año (2011). La expectativa respecto al desenlace de la obra es enorme y su popularidad aumenta con cada libro. Sin dudar de su éxito actual como best seller, podemos asegurar que esta saga le dio un lugar de George R. R. Martin en la historia del género fantástico.


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